domingo, 12 de diciembre de 2010

CONSEJERÍA PARA EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL

¡Que Dios sea glorificado!

Jesús siempre glorificó al Padre. Por tanto, espera que nosotros también lo hagamos.

Consideremos lo siguiente: cuando hacemos las cosas sin tomar en cuenta a Dios, dejamos de darle la gloria. Esto quiere decir que Dios no es glorificado cuando actuamos por nuestra propia cuenta. La declaración de Jesús en Juan 15.5, “… apartados de mi, nada pueden hacer” debe hacer llevar al aconsejado a reflexionar en lo que implica esta palabra: 

 -Apartados de EL, su nombre no es glorificado, lo cual es el propósito de nuestra vida.

 -Si nos apartamos, Dios no es glorificado, al contrario, es menospreciado. 

-Todo lo que ha hecho Dios, lo que EL ha creado es para su gloria.

 -¡El mismo hombre, creación de Dios, no es la excepción! El hombre y todo lo que hace, y todo lo que posee, debe ser para la gloria de Dios.

 -Dios mismo lo demanda, el imperativo es: que le demos la gloria. 

Encontramos esto en Isaías 42.5,8 Así dice Jehová Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los que por ella andan (…) Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas. 

Dios es celoso de su propia gloria. El es soberano y exige que la gente lo reconozca como el Dios Soberano y Creador de todo el universo: Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor. Dios celoso. Dt.4.24. Por tanto, solo Dios es digno de nuestra honra, adoración, confianza, temor y amor. Es nuestro privilegio glorificarlo y exaltarlo ante la gente. 

Acerca de esto, Douglas Bookman ha escrito: “… la tentación que nos asedia es glorificar nuestro yo, vivir la vida como si fuéramos el centro del universo, como si la exaltación de nuestra reputación fuera una meta encomiable y como si nuestra satisfacción personal fuese lo mejor y más importante del mundo. Por esto el creyente debe ser confrontado permanentemente con la demanda de que solo Dios debe ser honrado como Dios.” (John Mac Arthur. Consejería Bíblica. p.173. Grupo Nelson. 1996.) 

 De este párrafo, resalto esas líneas finales para enfatizar la actitud del consejero ante el aconsejado de confrontarlo con ese imperativo de parte de Dios. No es suficiente por parte del consejero dar unas cuantas palmadas en el hombro al aconsejado, y mostrarle su empatía… pero lo principal es llevarlo a reconocer que lo primero es darle gloria a Dios y no ceder a “…la tentación que nos asedia: glorificar nuestro yo-“. En otras palabras, sucede que vamos por la vida poniéndonos en primer lugar, antes que a Dios. Y a veces, ni estamos conscientes de ello. 

  Es importante entonces, que cuestionemos y exhortemos al aconsejado: 

-¿Te has apartado de Dios? -¿Qué estás haciendo con tu vida? -¿Es el propósito de tu vida darle la gloria a Dios? -¿La solución al conflicto que estás pasando implica darle la gloria a Dios? -¿Tus acciones glorifican a Dios? -¿Tus pensamientos glorifican a Dios? -¿Cada día lo vives para la gloria de Dios? -¿Tus bienes son para la gloria de Dios? -¿Los pones a su servicio? ¿O el egoísmo te lo impide? ¿O el orgullo? -¿Te obstinas en seguir tus propias opiniones y tomar tus propias decisiones? -¿Te estás separando de Dios y no te has dado cuenta? -Escudriña su Palabra. Oye la voz de Dios. Síguelo, no te apartes de El. -Aprende a depender de Dios, y no de ti. -Se obediente y fiel a Dios, y a nadie más. -Que tu vida, lo que hagas, y lo que emprendas glorifique a Dios, y solo a EL. -¡Dios demanda de nosotros que le demos la gloria! -¡Dios quiere toda la gloria para EL; no para mí, no para ti, solo para EL! ________________________________________