jueves, 10 de octubre de 2013

PRIMERA LECCIÓN DE LA VIDA

Perder para ganar

Perder para ganar. Tal debiera ser la lección más primaria de la vida. Aprender que cuando pierdo, gano. Y si pierdo para ganar entonces no es tan malo perder; como luego parece ser en los momentos conflictivos de la vida. En realidad la vida si nos da esa primera lección: que un nuevo ser al nacer tiene que perder el confortable ambiente que lo arropa durante nueve meses, y luego sentir el aire que lo envuelve en la pura realidad de la vida que comienza a vivir. Perder para ganar, es la primera lección de la vida.


Luego, al pasar el tiempo, que tiene en si su avance natural, se nos olvida esa primera lección. Es entonces cuando comenzamos a experimentar las pérdidas naturales de la vida tan necesarias para nuestro buen desarrollo y crecimiento; son experiencias que no logramos ver como pérdidas reales debido que nadie nos lo explica de esa manera. Todo tiende a suprimir la angustia, el temor, el desequilibrio que implica enfrentar el dolor, y se suele decir: “todo va a estar bien…”, “no es gran cosa…”, “no llores…”, “pronto pasará…”, etc. En lugar de reconocer la pérdida como tal, lamentarse y sufrir el dolor de dicha pérdida, pasar por el duelo correspondiente y aprender así a recuperarse de aquello que nos ha causado tal dolor.

Nuestro mundo actual trata de hacer resaltar más los éxitos, logros y reconocimientos, antes de confrontar una realidad que nos aflige. Se barnizan los hechos negativos, para hacer parecer mejor la realidad que se vive. Lo que me hace pensar: ¿es eso realmente vivir? Considero que es necesario investigar lo que realmente implica el vivir para llegar a entender que necesitamos perder para ganar, y que necesitamos enfrentar nuestras pérdidas, avanzando un día a la vez.

Admiro el valor del rey David, él no se quedó callado ante la incertidumbre de la vida. Se atrevió a confrontar que la vida tiene un final. Reconoció que solo Dios es quien conoce nuestros tiempos, los límites de nuestra habitación (Hechos 17:24-27). Así, pudo aceptar la brevedad de la vida y pudo llegar a concluir acerca del verdadero valor de la vida.

Le invito a meditar en las palabras que él plasmó en el Salmo 39, palabras que brotan desde el fondo de su corazón:
Salmo 39 (Traducción en lenguaje actual)

Dios mío,
hazme saber cuál será mi fin,
y cuánto tiempo me queda de vida;
hazme saber cuán corta es mi vida.
Me has dado una vida muy breve,
¡tan breve que no es nada para ti!
¡Nadie dura más que un suspiro!
Nuestra vida es pasajera;
de nada nos sirve
amontonar riquezas
si al fin y al cabo
otros se quedarán con ellas.

Libro recomendado: "Expedientes del Dolor", Juan Constantino. -poesía tanatológica- Amazon.com. USA, 2017.
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