El plan original
La vida ha de tener sentido solo,
y solamente, cuando hemos disfrutado de la construcción de nuestra personal
trascendencia al lado de aquellos que hemos engendrado: nuestros hijos.
En efecto, el verdadero
significado de la vida tiene mucho que ver no solo con la construcción del mí mismo, los planes, proyectos, y las
metas por alcanzar; pero también, con el importantísimo hecho de poder
disfrutar nuestra realización como padres. Si no, ¿qué sentido tiene la vida? Dicha
premisa de la vida viene señalada, trazada y ordenada desde nuestros orígenes.
El plan original de Dios incluía
el regalo de la paternidad. Aunque no todos los hombres lo han podido comprender desde esa
perspectiva:
“Y los bendijo Dios y les dijo: fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla…” (Gn. 1:28)
Paternidad devaluada
En todo lo que la vida implica
–aun con sus logros, esfuerzos, alegría y sufrimiento- lo mejor que le puede
pasar al hombre es conocer la experiencia de ser padre.
¿Cómo explicar la alegría, esa
gran alegría, cuando por vez primera pudimos sentir sus pequeños dedos sujetando
con tal fuerza los nuestros? La experiencia es inolvidable. Desde ese momento
se nos hizo patente la responsabilidad de tomar esas delicadas manos y,
atesorando la pequeña vida de nuestro hijo(a), pusimos sumo cuidado en ayudarle
a afirmar sus tambaleantes pasos.
Hoy, la paternidad significa
menos que ayer, se ha devaluado. Se huye de la responsabilidad que conlleva el
ser padre. No hay presencia, hay ausencia. No hay valentía, se huye por
cobardía. Y se pierde la más preciada y singular experiencia de la vida: la
bendición de ser padre.
El rol de padre y madre
Y es que es cierto, se requiere valor para enfrentar el hecho de ser padre. Hay que aprender, investigar y actuar para expresar el amor que nos demanda formar una familia; tarea que complementa la mujer como madre. Por un lado, el padre es la ventana al mundo, el que ilustra a los hijos, y quien con sus palabras y acciones afirma la personalidad del hijo –como varón-, y de la hija –como mujer-.
Por otro lado, la madre es la demostradora del afecto. La madre es una guía para sus hijos, les ayuda a ser independientes y les transmite el amor y respeto. Es la “aliada natural” de los hijos, y su confidente.
Ambos, padre y madre comprometidos en esa gran tarea de construir una familia sana, se involucran con responsabilidad para crear estabilidad y confianza en sus hijos. A la vez, creando las oportunidades para fomentar los valores y una sana autoestima por medio de una comunicación asertiva. (potenciar-rol-padre-madre.com)
Sabiduría
Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino más bien edúquenlos con la disciplina y la instrucción que quiere el Señor. San Pablo (Ef. 6.4)