Usted y yo somos resultados de la creación divina. Y aunque no es fácil de comprender, también el borracho, el abusador, el homosexual, la muchacha con anorexia y el padre dictador de su familia son los resultados de esta creación extraordinaria. Puesto que el diseño divino se deterioró con la depravación de la raza, la meta de la consejería es participar con Dios en la restauración de las vidas perdidas.
Entender la grandeza de la creación del hombre es entender la necesidad y esperanza de la Consejería Cristiana. Por lo tanto, si el hombre no es una creación especial, con una dignidad dada por Dios, no vale la pena ayudarle. Así mismo, el evangelio, la redención y el ministerio de la Iglesia por este mundo solamente tienen sentido, cuando reconozcamos el valor de cada hombre por ser una creación especial de Dios a su propia imagen.
Pero el trabajo de la consejería no es solamente afirmar la dignidad del aconsejado y pasar por alto su pecado. Sin embargo, no podemos comprender el horror del pecado, si no entendemos primeramente la dignidad del hombre arruinada por el pecado. Dignidad manifestada por la imagen de Dios en el hombre, pero que a causa de la caída fue estropeada, distorsionada y pervertida.
Cada persona que acude a consejería buscando ayuda es un ser creado a la imagen de Dios, creado para rendir gloria al Dios soberano, creado para relacionarse con Dios, creado para relacionarse con sus semejantes y creado para señorear en la tierra.
Es esto lo que da esperanza al trabajo de aconsejar. Porque la vida de esta persona fue creada con valor y dignidad hay esperanza de su restauración. Dios quiere restaurar su imagen y lo hace progresivamente por medio del crecimiento espiritual, esto es lo que la teología llama santificación progresiva (2 Co.3.18).
(Adaptado de Consejería: la otra cara del discipulado. Gordon Dale Pike. CLIE. Cap. 1)